Los forasteros que ven por primera vez la Semana Santa andaluza, como la jerezana, se quedan sorprendidos por la anarquía o desorden en que contemplan los misterios de la Redención. No encuentran una explicación razonable para que el Domingo de Ramos vean por las calles jerezanas a la Virgen de las Angustias; el Lunes Santo, al Cristo de la Viga; el martes, otros dos Crucificados; el Miércoles, el Prendimiento de Jesús... A ellos les gustaría ver los pasos por orden cronológico:una representación de la Pasión y Muerte de Jesús hecha a través de los cortejos procesionales. Y así podría ser si nuestras cofradías no fueran una evolución, paulatina pero constante, de las asociaciones gremiales de la Baja Edad Media.
En la Baja Edad Media, la sociedad estaba dividida y aglutinada por los gremios. Éstos, en los siglos XV y XVI, fundaron hermandades y cofradías con fines puramente asistenciales. Curtidores, barqueros, toneleros, canteros, ... se constituyen en asociaciones que, con sus cuotas y limosnas, fundan y mantienen hospitales, hospicios, albergues para personas que están de paso... En estos siglos la religión es consustancial al hombre.
Los curtidores ponen su asociación bajo el patrocinio de San Bartolomé; los barqueros de San Pedro González Telmo; los toneleros, de San Andrés; los canteros, de San Pedro... el día del Santo Patrón tienen función principal, con estandartes y banderas, por riguroso orden de antigüedad, asisten a la procesión del Corpus. También en corporación, con estandartes, banderas e insignias, el Jueves Santo visitan siete iglesias: una de las siete será la entonces Colegial. Van a rezarle al Santísimo que está oculto en el "Monumento" desde que terminaron los Oficios. Estas visitas a los Sagrarios de la corporación son el origen de nuestras procesiones. Es más, la Hermandad sale hoy a la calle sólo para hacer Estación de Penitencia en la Catedral: es el equivalente o la reminiscencia de cuando iban para adorar al Santísimo. Con el paso de los años aumentó el número de cofradías y de los cofrades; a comienzos del XVIII había en Jerez diecisiete cofradías de penitencia que organizaban diecinueve procesiones. La fundación de nuevas cofradías hizo imposible que todas hicieran estación de penitencia el Jueves Santo, y que visitaran siete iglesias. En 1776 el vicario Manuel María Pérez, por un drástico edicto, ordenan que las cofradías sólo vayan a la Colegial. Así es como había cofradías, en las calles jerezanas, el Jueves Santo, el Viernes Santo y la Madrugada de ëste; después también las hubo el Miércoles Santo y el Domingo de Ramos. Más tarde fue día cofradiero el Martes Santo.
Cuando nuestro siglo estaban llegando casi a su mitad también hubo procesiones el Lunes Santo; en la década de los cuarenta se creó la Carrera Oficial: todas las cofradías confluyen en un punto determinado de la ciudad, y desde ahí hacen un recorrido común hasta la Catedral. La llegada o el paso por la Carrera Oficial será por riguroso orden de antigüedad. La primera será siempre la última que se fundó. Sabemos que en todo cortejo, y sobre todo en los litúrgicos, siempre cierra la comitiva la persona que preside la ceremonia. Se ha planteado, y más de una vez, que el paso que debe cerrar el cortejo procesional tiene que ser el de Misterio y no el de Palio.
Dejando aparte las cuestiones teológicas y de protocolo, la cofradía más antigua quiere pasar por la Carrera Oficial la última porque entonces ya será de noche, y es cuando de verdad se disfruta de la candelería del paso de palio, toda Semana Santa que quiera calar en el pueblo debe contar con algún efecto espectacular, aunque ella en sí sea muy austera. Las cofradías que hacen estación en la Madrugada del Viernes Santo lo hacen al contrario. La última será la que más tarde se fundó. La cofradía más antigua sale y entra en su templo de noche, en total oscuridad, y si no hace viento, el paso de palio será una visión inolvidable. La última cofradía en hacer la estación se recogerá mucho después de la salida del sol, y éste en muchos casos sacará brillantes destellos a la canastilla del paso de misterio, a los bordados del manto de la Dolorosa, pero el embrujo, el misterio de la candelería se pierde; es más, casi siempre escacharra la delantera del paso de palio.
En los cambios del día de salida y en el orden de precedencia está uno de los motivos de la aparente anarquía de nuestros pasos de misterio en la calle. El otro motivo, y también importante, está en la evolución del cortejo cofradiero.
Estandartes
Cuando los gremios sólo eran asociaciones profesionales y asistenciales, su presencia en los actos religiosos y civiles quedaba patente por el estandarte de la asociación. La tela del estandarte podía ser vulgar o rica, sólo había ciertas normas, y nunca escritas, para el color: verde, si su Santo Patrón fue obispo; roja, si fue mártir... y en el centro pintado o bordado el escudo de la asociación, que nunca eran tan rebuscados como los actuales: un símbolo o quizás dos, dentro de una cartela. Sabemos que, muy pronto, los gremios asisten a la procesión del Corpus con el estandarte de la corporación abriendo el cortejo; por este motivo en muchos ambientes se le dice Guión a este estandarte. Cerrando el cortejo, la imagen del Santo Patrón. Aunque nunca queda dicho explícitamente, todo hace suponer que la imagen no era de bulto redondo; era otro estandarte con la imagen pintada o bordada.
A comienzos del XVII la reducción de hospitales y los cambios sociales han dejado a las asociaciones gremiales sin objetivos específicos y se extinguen o subsisten convertidas en hermandades de penitencia.
También se empieza a fundar hermandades con el único fin de procesionar en Semana Santa.
Y los cortejos procesionales del XVII no se parecen en nada a cuando las hermandades eran sólo asociaciones asistenciales. El cortejo queda dividido en tramos que están compuestos por hermano de luz y de sangre; y entre los tramos, las insignias; y entre las insignias, comienzan a proliferar los estandartes y las banderas.
Las enseñas de los romanos: el manípulo, el vexilium, el lábaro... fueron las usuales en España mientras éstos estuvieron aquí; y éstas siguieron usándose en tiempos de los visigodos. Los mulsulmanes introducen nuevas modas: telas más ricas y terminación en media luna en vez de moharra, o sea en punta de lanza. Es en la Baja Edad Media cuando aparece la palabra bandera, y Alfonso X El Sabio el que reglamenta las formas y usos de banderas, pendones, estandartes y lábaros.
El lábaro era un pedazo de tela de color púrpura sujeto a un palo de su mismo ancho, colgando de un asta que formaba cruz con él. Después de la victoria de Constantino sobre Majencio, el lábaro quedó rematado pon el monograma de Cristo, y el emperador le asignó una guradia especial de cincuenta hombres. Aquí está el origen de los estandartes en los actos religiosos de la Iglesia Católica. En la Edad Media la Iglesia los enarbolaba cuando era preciso levantar tropas o convocar vasallos para defensa de los bienes eclesiásticos y de las iglesias mismas. El estandarte, a semejanza del lábaro era un trozo de tela casi cuadrado y su dimensión máxima nunca sobrepasó los ochenta centímetros. En el Barroco, el estandarte llega a tener casi la misma altura del asta; su silueta, que era rectilínea, se quiebra en curvas y contracurvas, y en la base se le recorta un triángulo para que su portador vaya viendo el suelo mientras camina.
El gran cambio que sufre la composición del cortejo procesional también lo vamos a notar en el espíritu de los cofrades. Todos los cortejos que procesionan en Semana Santa terminan con un crucifijo portado por un sacerdote. En el siglo XVII es casi normal que esta imagen sea de tamaño académico - 140 cms. de altura -, de cartón piedra, y que lo lleve un "hermano de buen porte" ayudado por un carcaj. Aunque ya a finales del XVI había cofradías que portaban al Crucifijo sobre unas parihuelas, con unos canastos muy bajos.
Son los primeros pasos, y cargados por fuera. Pero mucho antes de la aparición de estos incipientes pasos, las cofradías comienzan a singularizarse; y cada una, aparte de venerar y procesionar con el crucifijo, medita sobre un momento de la Pasión de Nuestro Redentor. Y volvemos a tener que reflexionar sobre el material existente y suponer todo lo que no esté explícitamente documentado.
La Alta Edad Media había dejado un repertorio iconográfico, de Jesús y de María, muy elemntal y casi absrracto. La Baja Edad Media humanizó estas imágenes y Jesús queda representado en la cruz con todas las señales de la Pasión. María sigue teniendo a su Hijo en el regazo, pero ya no es la Theotocos; su hijo ahora está muerto, es la Pietá. Otra invención de esta época es el Varón de Dolores. En algún apartado monasterio, el retablo de la capilla mayor no está coronado por un Calvario sino por un Descendimiento. Y en grabados o estampas de esta época se ven las primeras imágenes de Jesús con la cruz a cuestas. Si exceptuamos estos pocos ejemplos y hasta que llegue la gran eclosión del XVIII, sospechamos que el momento de la Pasión sobre el que cada hermandad quiere meditar quedaba patente sobre un estandarte. Las pinturas o fondos de estos estandartes serían copias de las Estaciones del Vía-Crucis, devoción que comenzó a extenderse por todo el mundo cristiano a finales de la Edad Media. Al principio, las estaciones no eran catorce y en la mayoría de los casos, eran obras de artistas centroeuropeos y famosos.
IMÁGENES DE ESTANDARTES DE HERMANDADES DE JEREZ
Simpecados
El estandarte más venerado y realizado con todo esmero, es siempre el Simpecado. Va a la cabeza del segundo cuerpo del cortejo o cuerpo de la Virgen, y camina flanqueado por faroles; o sea, con igual tratamiento y respeto que la Cruz de Guía.
En octubre de 1617 volvió a Sevilla, de Roma, el arcediano Mateo Vázquez de Leca, y traía un breve del papa Paulo V en favor del Misterio Concepcionista. A partir de esa fecha se hicieron "procesiones de desagravio": eran largas filas de fieles precedidax por un fraile que portaba un estandarte con la efigie de María. Estos fueron los primitivos Simpecados.
En Jerez se hizo el voto de sangre concepcionista el 8 de diciembre de 1617 en San Francisco. En Santo Domingo, el 11 de septiembre de 1653, se hizo la ratificación.
El léxico cofradiero que quiere ser preciso, conciso... en el caso de este estandarte cuenta con dos denominaciones: Simpecado y Sine Labe. En los textos antiguos la denominación que predomina es Sine Labe. Hoy el Sine Labe es un estandarte muy estrecho y de igual largo que la altura del asta. Ocupando toda su longitud y con letras bordadas o de orfebrería, la frase Sine Labe Concepta. Más que un estandarte recuerda las filacterías que aparecen en los grabados y pinturas del gótico tardío o del protorrenacimiento. Con estas características hay tres en Jerez: en la Hermandad del Prendimiento, en la del Mayor Dolor y en la del Nazareno.
La palabra Simpecado se deja para el estandarte en el cual la relación entre el ancho y el largo no es tan desigual. Todo el paño queda cubierto por adornos florales, motivos heráldicos o alegorías marianas. En el centro hay una mandorla o un sol y sobre éste la imagen de María. La imagen, en altorrelieve o casi bulto redondo, estará hecha de plata o de marfil en su color; y estofada, dorada y policromada, si es de madera.
Y recuerdo otras dos excepciones: el Simpecado de la Hermandad de Nuestra Señora del Amor y Sacrificio y el de la Hermandad del Desconsuelo. En el primero la Inmaculada está pintada y el estandarte puede parecer antiguo. El del Desconsuelo es todo bordado: los adornos son de unos paños antiguos y la imagen está realizada con sedas de colores. También resulta excepcional el de las Cinco Llagas, o quizás no estemos acostumbrados a ver Simpecados con el paño tan pequeño. Aparte del tamaño, tiene otra singularidad: la imagen no es una Inmaculada sino que es Ntra.Sra. de la Merced.
En el cortejo de la Hermandad de la Defensión iba antes un estandarte muy bonito: tiene apliques de orfebrería y una pintura que representa a la Divina Pastora. Bien pudiera pasar por un Simpecado, pero sabemos que en el convento de los Capuchinos también radica una hermandad de gloria cuya titular tiene esta mística advocación, y que éste es el estandarte de dicha asociación. Posteriormente hicieron un Simpecado parecido con la imagen de Nuestra Señora de la Defensión.
El Simpecado de la Hermandad de San Telmo se realizó aprovechando los preciosos bordados de una vela que tuvo el Cristo: la anterior a la actual que es de malla. El de la Hermandad de las Tres Caídas tiene entre sus adornos racimos de uvas. El de la Yedra, a la imagen la rodean angelitos que sostienen símbolos marianos; estos son de orfebrería y van al aire. De plata repujada y cincelada es todo: la cenefa, la mandorla y la imagen del Simpecado de la Hermandad de Santa Marta.
El Simpecado de la Hermandad del Santo Crucifijo es, sin duda, una obra maestra; todo está meditado y muy cuidado: el tamaño, las siluetas, las proporciones, la composición, el dibujo, la realización, el asta, el remate, los cordones... Es una joya, una joya más de las muchas que tiene esta cofradía y que sólo se aprecian cuando montan el altar de insignias; la cantidad, sorprende, ocupa toda la capilla de los Pavones; y nos maravilla la calidad de los materiales y la perfección de los acabados.
Ya se ha recordado lo pronto que aparece el Simpecado, pese a que la Iglesia no proclama el Dogma de la Inmaculada Concepción de María hasta el año 1854. En las hermandades de penitencia, y durante muchas décadas, éste será el único estandarte mariano. En el año 1950, durante el pontificado de Pío XII, se proclamó un nuevo dogma: María subió a los cielos en cuerpo y alma. Inmediatamente figuró en algunos cortejos el estandarte Asuncionista. Aunque teniendo en cuenta los ejemplos que conozco, sería más correcto hablar de banderín Asuncionista; para un cofrade nunca habrá un estandarte más grande, ni más rico, ni más importante que el Simpecado. El año 431, en Éfeso, se proclamó el Dogma de la Maternidad Divina de María, y en consecuencia, al término del Concilio Vaticano II, Pablo VI habló de María como Madre de la Iglesia. Desde León XIII se han publicado ocho encíclicas que hablan de María Corredentora.
La Hermandad del Santo Crucifijo lleva cinco estandartes marianos en el segundo cuerpo. El Simpecado, ya reseñado y estrenado el año 1949. El Banderín Asuncionista, de 1954; el Mediatrix - mediatrix omnium gratiarum - de 1957; el de la Realeza - beata virgo María regina - de 1958 y el Mater Ecclesiae, de 1966. Hay tres estandartes que proclaman virtudes de María que todavía no son dogmas. Una vez más las cofradías se anticipan a las definiciones de la Iglesia. O quizás piensan que cuando sean dogmas no tendrá ningún éxito proclamar y defender lo que entonces todos estamos obligados a creer.
IMÁGENES DE SIMPECADOS DE HERMANDADES DE JEREZ
Banderas
La bandera tal como la concebimos hoy, un lienzo rectangular sujeto a un asta por uno de sus lados menores, es conocida y utilizada por el hombre protohistórico para los mismos fines que ahora: marcar un territorio o agrupar bajo sus colores a la gente para un fin común. Las doce tribus de Israel se distibguían por la divisa o esfinge y por el color de la bandera.
Una bandera de seda muy delgada y tupida, tafetán, de color negro con una cruz roja, el Sacro Vexilo, era tremolada en el interior de la iglesia principal de algunas ciudades durante los Oficios de Semana Santa. Esta enseña la copian las hermandades para sus cortejos procesionales. Una igual al Santo Vexilo abría el cortejo de la Vera-Cruz de Sevilla, y fue la única enseña de esta cofradía hasta el siglo XVII, y en este siglo cambió el color rojo de la cruz por el verde, en alusión al leño que da vida. A la cruz con el paso del tiempo, se le prolongan los brazos hasta llegar a los bordes del lienzo. En las banderas de otras hermandades, los brazos de la cruz no sólo se prolongan sino que se disponen en diagonal: es la Cruz de San Andrés, la bandera gremial de los toneleros, negra con la cruz en aspa y de color verde. La terminación de los brazos de la cruz también se modifica o transforma. Como ejemplo observamos que la Hermandad del Prendimiento lleva en sus banderas la Cruz de Santiago; la Hermandad del Dulce Nombre de Jesús ostenta en las suyas la Cruz Flordelisada de Santo Domingo; la cruz del Santo Sepulcro, roja o blanca, la llevan las banderas de varias cofradías jerezanas.
En la actualidad el estandarte o guión ha sustituido a la bandera, y pese a ello las banderas siguen presentes en los cortejos procesionales: es el símbolo o recuerdo del pasado. en el primer cuerpo van dos inmediatamente después de la Cruz de Guía, y otras dos en el segundo cuerpo, después del Simpecado. Se mantiene la costumbre de que el tafetán de las dos primeras sea negro, y de color blanco o celeste las del segundo cuerpo o de la Virgen.
El estandarte de la hermandad es la insignia más antigua de todas las que componen el cortejo procesional. A través de pinturas y grabados adivinamos el tamaño y la forma de los primitivos; existían pocas diferencias entre los estandartes de las asociaciones civiles y religiosas. En Jerez, el más antiguo, y quizás el único que no es de este siglo, es el de la Hermandad de las Angustias. Fue bordado en el siglo XVIII. Un corazón con siete puñales ocupa el centro del paño, terciopelo rojo; sobre él, una corona real, y unas palmas o cuernos de la abundancia rodean al corazón y terminan casi tocando la corona. Aunque lo que verdaderamente causa admiración es la cenefa de flores pequeñas y tallos entrelazados que forman una magnífica y delicada greca alrededor de todo el estandarte.
La Hermandad del Santo Entierro conserva tres estandartes, y aunque parezca extraño, en el cortejo figuran dos. Al analizar los enseres de una cofradía vemos que los elementos, los dibujos, las técnicas... se repiten durante siglos, y es casi imposible datarlos sin ayuda de un documento. En el caso de estos estandartes varios detalles nos pueden ayudar. Los dos primeros son como el vexilo: paños casi cuadrados de terciopelo de color negro, con el borde inferior recortado formando un dibujo mixtilíneo y rematado por un galoncillo con flecos. El más antiguo ya no figura en los cortejos y tiene toda la pinta de ser del siglo pasado, quizás de la primera mitad. El escudo casi se pierde en el centro del paño; es una cartela muy simple, con dos palmas en la parte inferior y una corona real enorme, desproporcionada, rematándola. En el interior de la cartela se representa un pequeño montículo, sobre él se levanta una cruz y dos escaleras se apoyan en los brazos de ésta. Por el montículo, desperdigados, hay un martillo y unas tenazas. El conjunto tiene un atractivo muy especial, y la calidad del bordado y su conservación son óptimas. El segundo estandarte es casi del mismo tamaño que el anterior. El escudo es mayor, la cartela tiene un diseño algo más complicado, y de su interior han desaparecido las tenazas y el martillo; ahora hay una calavera en medio, a los pies de la cruz. La corona es más proporcionada, y por los lados de la cartela asoman los anillos y los paletones de dos llaves que se cruzan por detrás de ella, El estandarte como muy pronto es de 1925, año en que Pío XI le concedió a la Hermandad el título de Pontificia. Todo ello tiene unos tonos mates, discretos. Con un oro muy brillante y coronándolo todo, hay una tiara. Las ínfulas, largísimas, convertidas en filacterías contienen el título de la Hermandad y a base de plieges y ondulaciones lo envuelven todo y parecen una segunda cartela. Esta claro que la tiara es posterior. Estos añadidos fueron muy del gusto de los dibujantes o bordadores de mediados de nuestro siglo: A los primitivos escudos les fueron colocando de fondo o encima cruces, coronas, tiaras, capelos y collares de órdenes militares; el toisón de oro fue el preferido de todo el que inventó un escudo. Este estandarte procesiona en el primer cuerpo del cortejo, y en el segundo va el tercer estandarte. es el más moderno y está plegado y tiene la forma trapezoidal que tienen ahora todos los estandartes de las hermandades de penitencia.
No se ha dado ningún nombre de diseñador o bordador de estos estandartes, pero es indispensable hacer menzión de una persona que, a caballo del XIX y el XX, cambió muchos aspectos del cortejo procesional.
Juan Manuel Rodríguez Ojeda fue un sevillano genial y del cual todos hablan como de un bordador único. Juan Manuel fue algo más que un bordador: las túnicas de capa, la composición de los cortejos, las formas de las insignias, las caídas del palio,... todo lo renovó, sin alterar nunca lo esencial y, lo que es más importante, sus ideas y diseños siguen vigentes. A él se le ocurrió la forma trapezoidal que tienen los estandartes actuales: están plegados en señal de duelo.