Iglesia Conventual Dominica de Santo Domingo. Su importancia histórica radica es ser uno de los primeros templos en levantarse fuera del recinto amurallado. La tradición cuenta que en la iglesia de Santo Domingo se celebró la primera misa católica en Jerez, tras la Reconquista, oficiada por el patrón de los marineros, San Pedro González Telmo. Se fundó en una rábida almohade situada frente a la puerta de Sevilla, merced a un privilegio otorgado por Alfonso X poco después de la Reconquista, en 1264. En su capilla mayor mandó ser enterrado el conquistador de Gran Canaria don Pedro de Vera, a principios del siglo XVI. Tuvo varios claustros y de ellos, el que queda, de finales del siglo XV, es una maravilla.
Su historica riqueza y su patrimonio sufrieron un serio revés tras la Desamortización de Mendizábal en 1835, cuando la iglesia se vió separada del convento, cuyos claustros y otras dependencias fueron vendidos a particulares. El conjunto conventual y eclesiástico de Santo Domingo es una de las más valiosas muestras del patrimonio andaluz, en cuya arquitectura se conjugan elementos mudéjares, góticos y renacentistas. A principios del siglo XX albergó un museo tras su desamortización, llegando a albergar más de 3.000 piezas.
EXTERIOR INTERIOR
La iglesia tiene planta en forma de "T", o de martillo, correspondiendo el brazo horizontal con la nave principal con fachada a la calle Larga, mientras que la secundaria, denominada "del Rosario", es trasversal a la anterior y tiene su portada hacia la Alameda Cristina. Las iglesias o los templos dominicos solían ser de planta de una sola nave con capillas para favorecer la predicación (acústica) y la liturgia, fin primordial de los Padres Dominicos. En este caso, y por cuestiones devocionales, posee una planta en forma de "T", de épocas y estilos diferentes.
En su construcción primitiva constaba de una sola nave, estando situada la capilla de la Virgen de Consolación, Copatrona de Jerez, junto a la Virgen de la Merced, durante varios siglos, a la derecha y centro de la misma. Debido a la gran devoción que los jerezanos procesaban a esta imagen y al no dar cabida a tantos fieles provocó que en el año 1574, la ciudad escribiera a S.S. Benedicto XI pidiéndole concediese gracias a los contribuyentes con limosnas para la ampliación de la Iglesia. Fue entonces, en el siglo XVI, cuando se unió a la principal de la iglesia, una antigua qubba almohade convertida en capilla funeraria de la familia Cabeza de Vaca bajo la advocación de san Pedro Mártir, edificándose la nave que con forma de martillo tiene puerta a la Alameda Cristina.
EXTERIOR
La portada de la nave principal, conocida también por la del reloj, data del 1600, y presenta una estructura simple e inacabada, a modo de lienzo liso rematado por frontón triangular sobre pilastras, que enmarcan el reloj y pináculos de los extremos. Fue en la renovación de 1930 cuando se añadió la espadaña del reloj que la remata. Toda la fachada se encuadra con contrafuertes en los lados.
La portada del Rosario, en la Alameda Cristina (antiguos Llanos de San Sebastián), es de grandes proporciones y de estilo manierista. Está compuesta a modo de Arco de Triunfo de medio punto almohadillado, tímpano con hornacina y entrada adintelada almohadillada. Todo el conjunto se encuentra enmarcado por pares de columnas de orden corintio sobre basamento, que sostienen friso liso y cornisa volada decorada, entre los intercolumnios se colocan nichos con frontón triangular y enmarcados con friso y concha venérea. La portada se remata por cuatro pináculos sobre basamento y ventana central con frontón partido. Fue levantada en 1719 y tal vez se deba al dominico fray Juan Hurtado, que estuvo encargado de ampliar la nave del Rosario cuando se derribó la aludida qubba almohade - Capilla de San Pedro Mártir -, que ocupaba el espacio inmediato a la portada. Quizás fuese este el momento en que se cegó la portada renacentista que se abría a eje con la capilla del Rosario y de la que hoy quedan algunos restos al exterior.
Entre la portada del Rosario y la denominada Puerta del Campo corre el actual edificio conventual, construido tras la vuelta de la orden dominica a la ciudad y cuyas trazas dio en 1890 el maestro de obras municipal Antonio de la Barrera Gamboa.
La Puerta del Campo, en la Plaza Aladro, fue levantada en 1696 por el hermano fray Diego Díaz. Se trata de una gran portada, que comunicaba el convento con el Llano de San Sebastián, compuesta por arco y pilastras almohadilladas de orden jónico y rematada por frontón partido. Por último, cabe señalar de su exterior que junto a la portada de los pies del templo se sitúan unas dependencias cuya finalidad no está bien precisada, aunque bien pudieran desempeñar funciones de portería. Están levantadas en el siglo XVIII y en ellas destacan sus portadas barrocas de baquetón mixtilíneo.
INTERIOR
La larga nave principal de Santo Domingo es una construcción gótica, en la que se entrevén detalles decorativos de estilo mudéjar, como las piñas mocárabes en las que descansan las nervaduras o la decoración de lacería de los arcos perpiaños. En su nave principal se aprecian dos periodos constructivos bien diferenciados: el relativo a los seis primeros tramos de bóvedas mudéjares inmediatos al prebisterio, de crucería, con espinazo central y nervios decorados con dientes de sierra, y los dos últimos tramos, cubiertos por bóvedas góticas, del tercer período, con terceletes y nervios combados. La primera parte no se debió realizar en una sola fase, ya que se observan cambios de alineación en el espinazo de la nave. La cubierta de esta primera parte se fecha en torno al segundo tercio del siglo XV. El presbiterio se cubre con bóveda estrellada y dentada, el resto de la nave se cubre con bóveda de medio punto en arco apuntado conformando ocho tramos, con espinazo burgalés y nervios con dientes de sierra, los cuales descansan sobre capiteles troncojónicos con arquillos entrelazados. El arco toral es apuntado con decoración en zig-zag y apea sobre pilastras adosadas. La propia fábrica parece indicar que la zona de construcción más reciente es la zona del presbiterio, siendo la central la más antigua. La segunda fase, los dos tramos de los pies, en cuanto a su abovedamiento y coro, surge tras el desplome de las capillas finales en 1550, por tanto se fecha en el último tercio del siglo XVI, lo que corroboran los nervios doblados y sus relieves renacentistas de las claves, que representan a santos de la orden dominica, la Virgen y los Apóstoles. Estos dos tramos están cubiertos a base de bóvedas de ojiva y nervadura estrellada, con claves esculpidas y adinteladas en los arranques de los nervios. Hacia la mediación de la nave, en el lado del Evangelio hay un gran arco apuntado que da paso a otra nave, perpendicular, como ya hemos dicho, de construcción posterior.
Dentro de la nave principal destacan, el coro, su retablo mayor y las capillas laterales.
La cabecera de la iglesia, de testero plano que se ochava a media altura, sigue la estética de los tramos de bóvedas precedentes, aunque data ya de finales del siglo XV o principios del XVI. Adosado a ella se encuentra el retablo mayor, de estilo barroco, obra de finales del siglo XVII (se estrenó este retablo en el año 1700). Fue mandado construir por Doña Juana de Amaya. Se presenta a modo de banco y gran cuerpo longitudinal con cuatro columnas salomónicas que distribuyen las tres calles del cuerpo principal, al que se le sobrepone un cuerpo superior que, casi alcanzando la clave central de la bóveda de cabecera, se corona con la escultura de Dios Padre. El retablo presenta en sus hornacinas esculturas de gran calidad de santos dominicos: San Antonino de Florencia, San Vicente Ferrer y San Raimundo de Peñafort, en la calle de la epístola (lado derecho desde el punto de vista de los fieles, mirando hacia el altar); y San Pedro Mártir, Santo Tomás y San Jacinto de Polonia en la del evangelio (lado izquierdo desde el punto de vista de los fieles, mirando hacia el altar). Sobre el manifestador se encuentra la imagen de Santo Domingo de Guzman y sobre éste las cuatro Virtudes Cardinales (Prudencia, Justicia, Templaza y Fortaleza). En el ático, un tondo polilobulado cobija la escena del abrazo místico de Santo Domingo y San Francisco ante el Mundo bajo la presencia de la Virgen y Jesucristo. Tanto el retablo, como las esculturas que en él se encuentran son de autor anónimo, aunque teniendo en cuenta su estilo y cronología - en torno a 1700 -, así como el tratamiento ornamental basado en la hojarasca carnosa, se puede poner en relación con obras de entalladores sevillanos del momento, como Cristóbal de Guadix o Juan de Valencia, cuyas obras guarda marcadas similitudes. Sí se conoce en cambio el nombre de su dorador, Antonio Laisnola, que comenzó su trabajo en el retablo en 1725.
El Coro Alto de Santo Domingo, a los pies del templo, sin autor ni fecha conocidos, ocupa un espacio de diez metros de profundidad en la nave de Consolación, constituyendo por sí mismo, un edificio con personalidad propia. Apoyado sobre una espléndida bóveda rebajada y acasetonada renacentista de la segunda mitad del siglo XVI, sobre arcos fajones, lo soportan cuatro columnas adosadas de orden toscano; a ambos lados de la barandilla superior en sendos relieves, las figuras del Arcángel San Gabriel y la Virgen, en la escena de la Anunciación; igualmente faltos de documentación, podria datarse de los últimos años del siglo XVI por su estilo, plenamente manierista. En la decoración de los casetones, muy interesante, se representa una serie de rostros humanos alternada con elementos frutales, florales y animales, cuya iconografía está por definir pero que por similitud en el tema antropomorfo, podemos relacionar con la decoración de la cúpula de la Capilla Real de la Catedral de Sevilla, comenzada en 1562 por Hernán Ruíz. También guarda relación con la sacristía de la Catedral de Sigüenza, cuya arquitectura fue trazada hacia 1532 por Alonso de Covarrubias. En la cubierta del acceso a la Sacristía Mayor de la Catedral de Sevilla se emplearon como decoración diversos platos con manjares, con los que también podemos relacionar la de esta obra jerezana. La silleria de este coro desapareció tras la Desamortización de Mendizábal en el siglo XIX, pero conocemos su descripción gracias al Inventario de 1835, donde se describe como sillería de dos andanas de pino de color caoba de 63 asientos, gran facistol central dorado y dos bancos con respaldo. En su lugar se encuentra actualmente un órgano de 1902 realizado por la firma Otorel e hijo.
La primera capilla del lado del Evangelio de la nave principal es la capilla del Niño Perdido, de la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús, obra de la primera mitad del siglo XVII, que puede ser puesta en relación con el arquitecto Antón Martín Calafate, quien en esas fechas realizaba importantes trabajos en el convento. De planta rectangular se cubre mediante bóveda de cañón con lunetos, presentando decoración geométrica a modo de círculos entrelazados. En el centro se encuentra el retablo del Dulce Nombre de Jesús, iniciado en 1663 por Francisco Ramírez y concluido por Lorenzo de Vargas dos años después; fue dorado posteriormente por Pablo de Borja y Juan Fernández. Se inserta en un arcosolio y consta de banco, un sólo cuerpo dividido en tres calles y ático. El tabernáculo contiene, entre columnas estriadas, dos pequeñas tablas pictóricas que representan a Santo Domingo y San Francisco; la hornacina central alberga una interesante imagen del Niño Jesús, del siglo XVII. En los costados de la capilla se encuentran dos retablos; el del lado derecho, del primer tercio del XVIII, no está dorado, aunque presenta cierta policromía. En su hornacina se aloja la imagen de san Vicente Ferrer, obra de la primera mitad del siglo XVIII, atribuida al círculo del escultor Francisco Camacho de Mendoza. El otro retablo, igualmente del siglo XVIII, se compone de hornacina central entre estípites que acoge la imagen de Nuestra Señora de la Confortación, dolorosa de vestir del siglo XVIII; en el ático de este retablo se encuentra un relieve de San Pedro enmarcado por dos grandes roleos. También en esta capilla está ubicado el grupo escultórico de la Oración en el Huerto, obra realizada por Juan Luis Vasallo Parodi en 1942 basándose en la pintura del mismo tema de Heinrich Hoffmann, así como un interesante ángel de talla del siglo XVIII, tal vez procedente de una Anunciación.
A continuación, y a ambos lados de la nave principal hasta llegar al gran arco que da acceso a la nave del Rosario, se encuentran cuatro capillas, entre los contrafuertes, del siglo XV, muy similares en cuanto a estructura. Responden al modelo qubba, al presentar planta cuadrada, bóvedas semiesféricas sobre trompas y algunos arcos de ingreso tumido. Están dedicadas a San Martín de Porres y Santa Catalina de Siena, las del lado derecho, y a San Juan Macías y Santo Tomás de Aquino, las de la izquierda.
De éstas, la primera del lado de la Epístola, aunque presenta la misma planta que las demás, se cubre con bóveda de crucería del siglo XVI. Preside esta capilla un retablo rococó de la segunda mitad del XVIII que alberga la imagen del Cristo de la Salud, del siglo XVI, y en el ático, una pequeña escultura de Santa Catalina de Alejandría, realizada por Francisco de Villegas en 1650. También cabe señalar de esta capilla, el lienzo de Ánimas, del siglo XVIII.
En el centro de la nave principal, junto al arco que da acceso a la nave del Rosario, se encuentra la capilla de Consolación. De planta rectangular y cubierta por una bóveda de nervaduras (al estilo de las bóvedas denominadas "Reyes Católicos", en la época de persistencia del gótico final y el inicio del Renacimiento) fue mandada construir en 1537, por el noble local don Jácome Adorno, realizándola el maestro Pedro Fernández de la Zarza. Su portada plateresca se compone de pilastras cajeadas con decoración de candelieri y hornacinas en la parte superior. En las enjutas del arco se repite el escudo de la familia Adorno, y en el friso, relieves alegóricos relativos a la pureza de la Virgen, como el unicornio enfrentado al centauro (la Virginidad frente a la Lujuria); todo coronado por flameros y una tosca concha marina en el centro. Completan la portada las piezas cerámicas de principios del siglo XVIII situadas en la parte baja de las jambas y en los basamentos de las pilastras y la reja, de hierro forjado, ejecutada en 1741. El interior es uno de los espacios barrocos más interesantes de la ciudad. Fue remodelado en los años setenta del siglo XVIII, cuando se reformó y policromó la boveda, del gótico isabelino, y se realizó un nuevo retablo rocalla para la Virgen de Consolación. Esta imagen, compatrona de la ciudad, viene precedida de una hermosa leyenda que la supone llegada en barco, tras la Reconquista, desde el golfo de Rosas (Gerona) a El Puerto de Santa María y desde allí a Jerez en una carreta tirada por bueyes. En realidad se trata de una obra gótica realizada en mármol italiano de color hueso en el siglo XV y se muestra sobre una carreta de plata de la segunda mitad del siglo XVIII, realizada por Manuel Márquez Rinarres. Cuenta la imagen con un rico ajuar, donde destaca la corona de oro, del siglo XVIII. En la mencionada reforma de la capilla, el retablista Andrés Benítez ideó una doble estructura: un gran arco de talla dorada que se adosa al muro de la capilla y que sirve de scaenafronts a un templete ubicado delante de él donde se encuentra la imagen de la Virgen. El arco está dotado de puertas acristaladas que sirven de trasparente al tiempo que permiten la visión de la capilla desde el claustro; en las jambas, se ubican, junto a columnas corintias, las imágenes de San Joaquín y San José, mientras que su parte superior se soluciona mediante una cornisa muy movida con relieves alusivos a la llegada de la imagen al convento y esculturas de ángeles músicos de buena ejecución. El templete tiene dos cuerpos: el inferior está rodeado de columnas corintias con decoración de rocalla en sus fustes, y pedestales sobre los que se encuentran, roedeando el habitáculo cupulado que alberga la imagen de la Virgen, las imágenes de San Francisco, Santo Domingo, San Vicente Ferrer y Santo Tomás. El cuerpo superior es de estructura similar, rodeada de ángeles con una imagen del Niño Jesús dieciochesco procedente de un retablo desaparecido. El frontal de altar, de plata repujada, fue ejecutado en 1753. En él aparecen motivos labrados de las letanías y en el centro la imagen de la virgen de Consolación sobre una barca, alusión a su misteriosa llegada procedente del golfo de Rosas. El ambón situado junto al altar está realizado con un antiguo expositor de plata del siglo XVIII del ajuar de esta capilla.
Junto a la capilla de Consolación, y comunicada con ella por haberle servido de sacristía, se encuentra la llamada Capilla de Gracias, de la que destaca su portada plateresca de mediados del siglo XVI. Ésta es atribuible a Fernando Álvarez, pues, además de presentar marcadas analogías con otras obras de este maestro, se sabe que en 1550 contrató con el dominico fray Jordán la hechura de una capilla que se puede identificar con ésta. También ha sido atribuida a Andrés de Ribera, por su decoración y diseño. La portada presenta dobles pilastras cajeadas que contienen rica decoración de candelieri. Sobre las dos hornacinas de escasa profundidad de las jambas se alza un arco de medio punto profusamente decorado con trofeos militares y seres mitolóicos en las enjutas. En el centro del entablamento aparece el escudo de la orden dominica sobre los lomos de dos perros con antorchas encendidas en la boca, símbolo de Santo Domingo. Del interior de esta capilla cabe destacar las pinturas murales del siglo XVIII, enmarcadas en cartelas rocalla, que representan el milagroso periplo de la Virgen de Consolación.
A la izquierda del Presbiterio, está el Retablo de la Virgen de Fátima, enmarcado por medallones de los Misterios del Rosario.
Frente a la capilla de Gracias se encuentra, haciendo esquina con la nave del Rosario, la capilla de los Cuenca o del Sagrario, fue mandada a construir por Don Francisco de Cuenca, caballero veinticuatro de la ciudad, en 1524. Fue realizada por el alarife Juan de la Oliva, sobre solar de la antigua de San Pedro, que la abovedó con crucería gótica de nervios combados. Se abre con dos portadas, una a la nave principal y otra a la nave de Consolación de estilo renacentista a la antigua, es decir, de forma simple a modo de gran arco con la única decoración de tondos de san Pedro y San Pablo en la que se abre a la nave principal, y rostro femenino en la de Consolación, y seres mitológicos en sus frisos. Destacan en estas portadas sus rejas de hierro forjado de estilo plateresco originales con los escudos de la familia Cuenca. El interior, actualmente sagrario, cuenta con un crucificado del siglo XVI y un lienzo de grandes proporciones del XVII que representa la Santa Cena. El tabernáculo de plata se encuentra inserto en el templete realizado por el platero sevillano Rojas y donado por la condesa de Montegenil en 1864, que originariamente servía a la Virgen de Consolación como paso de procesiones, todo sobre mesa de piedra adosada.
La ultima capilla del lado del evangelio es la de Santo Domingo, que perteneció a la Orden Tercera. Data de 1708 y fue construida sobre parte del solar de la antigua capilla de San Pedro. Se accede por medio de una puerta de hierro forjado de 1902. En ella se encuentra un retablo de estípetes de la primera mitad del siglo XVIII, con las imágenes de Santo Domingo de Guzmán, obra de candelero, en el centro y San Diego de Alcalá y San Antonio de Padua a los lados; en la parte superior un relieve representa la escena de la entrega del Santo Rosario por parte de la Virgen a Santo Domingo. En 1985 se trae a ella la imagen de San José.
La nave de Consolación o del Rosario, en la actualidad, se presenta como una amplia nave cubierta en bóveda de cañón a partir de una cornisa sobre dentículos e interrumpida por los arcos fajones, la recorre un friso decorativo a modo de cornisa que varía a la altura de la Capilla del Rosario. Se accede a ella desde la nave principal por medio de un gran arco ojival decorado a modo de arquillos entrecruzados.
En la nave del Rosario destaca la capilla del Rosario con su amplia portada de estilo rococó ejecutada en madera policromada por Andrés Benítez en 1764. Aprovechando el arco apuntado que daba acceso a la capilla, lado derecho desde el punto de vista de los fieles, mirando hacia el altar, Benítez colocó dos grandes columnas corintias con decoración rococó que sostienen un curvadísimo entablamento con cornisa volada de amplias curva y terminado en dos grandes roleos. En el centro, un relieve escultórico representa a la Virgen del Rosario y a cada lado San Francisco sosteniendo los atributos dominicos y Santo Domingo haciendo lo propio con las llagas franciscanas. En el interior, cubierto por bóveda gótica con terceletes y combados, de 1525 (siendo por entonces prior Fray Bernabé Parra) se encuentra el retablo y camarín de la Virgen del Rosario. Atribuido al ensamblador Agustín de Medina y Flores, fue ejecutado durante la primera mitad del siglo XVIII. Dos estípetes enmarcan el camarín de la Virgen, apareciendo en toda la vuelta del arco de medio punto, pinturas que representan los quince Misterios del Rosario, ejecutadas a partir de 1752 por Salvador Rosillo, quien doró y policromó, asimismo, todo el conjunto; a los lados, las figuras de Santa Catalina de Siena y Santo Domingo. El interior del camarín es un recinto de planta cuadrada cubierto con cúpula sobre pechinas con abundante decoración de yeserías policromadas, madera dorada e interesantes "chinoiseiries" con motivos de pagodas y sabios taoístas. Centrado en el camarín, una estructrura exenta que culmina en una gran corona real alberga a la Virgen del Rosario entre ángeles que sostienen el rosario. Esta Virgen también es conocida como "la Virgen de los Montañeses". En Jerez se asentaron en los siglos XVII y XVIII una importante colonia de familias venidas de Cantabria, principalmente de Santander, centrando su labor en la venta de ultramarinos. Estos se agruparon y formaron la Hermandad conocida como "la de los Montañeses" y que aún hoy sacan en procesión a la Virgen en el mes de octubre en una extraordinaria carroza de plata y bronce. Vale la pena destacar del paso procesional de esta imagen el templete neoclásico de plata fue realizado en 1800 por el platero jerezano Manuel Mariscal.
En el muro frontero, se encuentra la capilla de los Villanueva, también conocida por la del Rocío, por situarse allí una Virgen de esta advocación, y también fue conocida por la de San José, por ubicarse allí la Cofradía de Carpinteros. Se abre con amplio arco decorado con estrellas y motivos geométricos y es de planta cuadrangular y cubierta por bóveda vaída del ultimo tercio del XVI, decorada con motivos eucarísticos. Cabe aquí ser destacado el retablo de estilo neoclásico, del siglo XIX, formado por banco sobre el que se asienta el camarín flanqueado por pares de columna corintias, friso decorado con roleos y rematado por ático de frontón circular. Es todo pintado y en su camarín se ubicaba la imagen de San José, hasta que fue trasladada a la Capilla de Santo Domingo (actualmente se encuentra en la Capilla de Gracias), siendo sustituida por la imagen de la Virgen del Rocío. En la capilla se puede observar el Simpecado de la Hermandad del Rocío de Jerez.
La sacristía, situada a espaldas del prebisterio, fue levantada a partir de 1629 por Antón Martín Calafate y costeada por la familia De Hoces. De planta rectangular, en ella se diferencian tres espacios: el central y los dos extremos. Estos últimos están cubiertos con bóvedas de cañón, mientras que en el espacio central cuatro pilares con medias columnas de orden compuesto adosadas sostienen una bóveda reticulada. En los extremos de los lados menores se disponen hornacinas donde se insertan esculturas pétreas de santos de la orden. En cuanto al mobiliario, destacan las cajoneras barrocas y la mesa de mármol rojo fechada en 1744. También se conserva en esta sacristía el ajuar de Santo Domingo, compuesto por bordados y objetos de plata de los siglos XVII y XVIII; una escultura de la Inmaculada del siglo XVIII, de gran tamaño, procedente del desaparecido convento de San Agustín y una serie de pequeñas pinturas de la misma centuria, relativas a la devoción a la Virgen de Consolación.
Aneja a la sacristía se encuentra la Sala Capitular, trazada también por Antón Martín Calafate en 1628. De planta rectangular, está cubierta con bóveda de cañón dividida en cuatro tramos, con interesante decoración de carácter geométrico de origen serliano. Destaca en esta sala la interesante portada que comunica con la sacristía, con pilastras de decoración de retícula romboidal y capiteles antropomorfos.
Por último cabe destacar algunas piezas de valor conservadas en el nuevo convento. En primer lugar, dos esculturas: Santa Catalina de Siena y de la beata Lucía de Narni, procedentes tal vez del primitivo retablo del templo, que fue contratado con Roque Balduque en 1559, y en el que intervinieron Cristóbal Voisiu, Bautista Vázquez y Hernando Lamberto. Otra imagen de calidad, de hacia 1650, es la de Santo Domingo en penitencia, obra probable del escultor Francisco de Villegas, que habia realizado para el desaparecido retablo de la Sala Capitular, que también albergaba la imagen de Santa Catalina de Alejandría conservada en la iglesia. El convento atesora igualmente un nutrido número de lienzos de los siglos XVII al XIX, de desigual calidad, entre los que cabría destacar dos obras realizadas por José María Rodríguez de Losada a finales del XIX: Santo Domingo de Guzmán y La Virgen con el Niño, Santo Domingo y Santa Catalina.( Localización en Google Earth).