Iglesia Parroquial de San Marcos. Es una de las seis parroquias establecidas en la zona intramuros de la ciudad al efectuarse el Repartimiento por el Alfonso X el Sabio tras la reconquista de la ciudad en 1264, dedicando al culto cristiano una de las mezquitas almohades, junto con la Iglesia de San Lucas, la Iglesia de San Mateo y la Iglesia de San Juan de los Caballeros (los cuatro Evangelistas), más la Iglesia de San Dionisio y la Iglesia del Salvador, hoy convertida en Catedral de Jerez de la Frontera. Está situada en las proximidades de lo que fuera la Puerta de Sevilla y fue la quinta en el Libro del Repartimiento en el orden de creación.
Tiene especial vinculación con la historia de la ciudad, ya que acogió en 1462 y 1467 las juntas presididas por el Duque de Medina Sidonia para acabar con los conflictos banderizos de la nobleza jerezana. Al exterior se aprecia cómo se trata de una iglesia de principios del siglo XVI, en la que sin embargo, subsisten muros, capillas y elementos decorativos de los siglos XIII al XV. A una primera fábrica correspondería el planteamiento de la nave, la capilla mayor de ábside poligonal y la ejecución de algunas capillas. Desde finales del siglo XV, este primitivo San Marcos se recrecería y de ahí que presente bóvedas de despiece redondo con ligaduras y combados, propias de ya avanzado el siglo XVI. Esta superposición de estructuras es claramente visible en la cabecera, donde se observa a media altura un ventanal gótico cegado, y lo mismo ocurre en el costado de la epístola de los pies, donde es apreciable la moldura mudéjar que marcaría la primitiva altura de la fábrica.
EXTERIOR INTERIOR
La construcción de la fábrica actual puede fecharse hacia mediados del siglo XIV, como evidencia el estilo de su ábside poligonal y la portada mudéjar del lado del Evangelio, según algunos autores, lo más antiguo de la obra. Pudo erigirse sobre una anterior mezquita musulmana. No hay mayores datos históricos sobre su construcción hasta mediados del siglo XV, debiendo emprenderse una profunda reconstrucción en el último tercio de esa centuria, hacia el año 1480, en estilo gótico tardío. Posteriormente, los laterales se completarían con la edificación del tránsito del lado del Evangelio y su capilla adyacente hoy transformada en despacho y archivo parroquial respectivamente y la de San Cayetano. En los siglos XIX y XX experimentó varias intervenciones para su conservación.
EXTERIOR
Exteriormente la iglesia es muy sencilla, y presenta tres fachadas. La portada principal, a los pies, es de estilo manierista fechada en 1613 por los hermanos Antón Martín y Domingo Fernández Calafate, que la superpusieron a otra anterior de finales del siglo XV, muy similar a las de tipo borgoñón existentes en la ciudad, y de la que todavía se conservan algunos restos, visitables desde el habitáculo del órgano. Está resuelta con pilastras almohadilladas flanqueando la puerta de entrada, que superiormente se corona con una hornacina centrada por un sencillo frontón recto partido.
La portada del lado de la Epístola es la de mayor antigüedad pues, aunque se aprecian en ella importantes restauraciones, conserva una estructura mudéjar, que por su cornisa recta decorada con canes puede ponerse en relación con obras sevillanas del momento. El espacio contiguo a esta portada, que sirve de tránsito a la iglesia, está cubierto por una bóveda esquifada de gran interés y conserva los trazos de una primitiva decoración mudéjar de lacería (siendo un notable ejemplar de bóveda con este tipo de decoración de lacería), además de una pintura de la Virgen de la Estrella que ocupó hasta 1864 un pequeño altar en la desaparecida Puerta de Sevilla. Esta fachada de la Epístola queda rehundida en el muro a causa de las citadas dependencias añadidas posteriormente que la flanquean. El arco de ingreso es apuntado, con intradós de dovelas almohadilladas. Está rematado por un alero horizontal con modillones de origen califal, relacionables con las de Santa Marina y San Miguel, en Córdoba.
La barroca portada del Evangelio fue levantada en el último tercio del siglo XVIII, contemporáneamente al sagrario, constando del característico baquetón mixtilíneo y decorada con simbología eucarística. La espadaña, obra del arquitecto Juan de Bargas, quien la concluyó en 1774, es de triple vano y está coronada por un gran frontón partido en dos grandes roleos.
Al exterior puede apreciarse la nave central, reforzada por contrafuertes terminados en talud y rematados con gárgolas; algunos están perforados para construir arbotantes. En los lienzos de pared, entre los estribos, se abren una serie de ventanas ligeramente apuntadas, cuyas tracerías son del tipo "celosía", tan frecuentes en la zona. Los vanos de iluminación del ábside quedaron macizados en el siglo XVIII al reformarse el retablo mayor: uno de éstos es una aspillera o saetera sin apenas abertura.
INTERIOR
El templo, estilísticamente considerado como de los últimos tiempos del gótico, es de una sola nave, cubierta con bóvedas de crucería, de gran altura, se divide en tres tramos, capilla mayor y ábside poligonal. Las referencias documentales a las obras de 1480 deben corresponderse a la construcción de la nave actual y única que presenta la iglesia, de gran amplitud, con capillas adosadas lateralmente, y cabecera simple de tres lados. Los cuatro tramos de la nave se cubren con una magnífica bóveda estrellada: Los dos tramos más cercanos a los pies se cubren por bóveda estrellada con ligaduras entre las diferentes claves formando un octógono; el tercer tramo, de traza más compleja, introduce más ligaduras y nervios curvos. Las bóvedas de la capilla mayor y el ábside, de identica complejidad, apean en ménsulas, y las del resto de la nave, sobre pilares adosados al muro.
El presbiterio fue agrandado en el siglo XIX para instalar en él la silleria coral de la iglesia, que hasta entonces ocupaba parte de la nave. Esta sillería fue tallada por José Rey, Agustín de Medina y Flores y José de Santiago en los años treinta del siglo XVIII, destacando el sitial principal en el que aparece en relieve la imagen de San Pedro y el facistol, cuyo remate - una pequeña escultura de San Marcos - ha sido atribuido al escultor utrerano Francisco Antonio Gijón. Detrás de la sillería, ocupando todo el muro bajo del presbiterio, se encuentran interesantísimos paneles de alicatado mudéjares que forman decoración estrellada, datables hacia finales del siglo XIV o principios del XV. Por último, cabe señalar el púlpito, realizado en mármoles polícromos de acuerdo a la estética del zócalo del sagrario; fue trazado en 1948 por el arquitecto Aurelio Gómez Millán.
La pieza cumbre de esta iglesia es su Retablo Mayor, que, adosado, cubre todo el ábside siguiendo la forma poligonal del mismo. Se trata de un espléndido ejemplar barroco creado en el siglo XVII, donde se organiza y muestra una notable colección de tablas pictóricas de diferentes tamaños y formatos del siglo XVI que representan a distintas escenas de los evangelios y a santos, entre una elegante arquitectura de madera dorada repleta de detalles decorativos; y que por encima de sus dos cuerpos principales remonta un espectacular ático escalonado con tablas entre pilastras talladas que soportan una movida cornisa repleta de ornamentación, todo ello rematado por grandes pináculos y escudos que se entremeten por los paños de la bóveda estrellada con que se cubre y remata el recinto. La ensambladura es obra del entallador local José Rey, quien la concluyó en 1701. En la ejecución de estas tablas trabajaron hacia la mitad del siglo XVI maestros sevillanos como Pedro de Campaña, Alejo Fernández y Juan de Mayorga, así como Pedro de Villegas y Cristóbal de Cárdenas y posteriormente, a partir de 1609 se tiene constancia del trabajo de Vasco Pereira, Antonio Pérez y Francisco Cid. La autoría de la diferentes pinturas es una cuestión complicada sólo solucionada para la tabla de la Cena, que fue ejecutada por Cristóbal de Cárdenas, y la de la Anunciación que presenta gran parecido con otras obras de Villegas.
El retablo cuenta con banco, dos cuerpos divididos en cinco calles y ático dividido en tres. Su estructura es algo retardataria, quizas debido a la necesidad de adecuarla a las tablas del retablo anterior. Por ello, su entalladura no presenta grandes volúmenes, a excepción de la pronunciada cornisa que sostiene el ático y las grandes pilastras mensuladas del cuerpo superior. Las tablas representan la Cena, Anunciación, Epitanía y Adoración de los Pastores, en el primer cuerpo, y en el segundo, Bautismo de Cristo, Oración en el Huerto, San Pedro, San Pablo, Calvario y Descendimiento, y, sobre éstos, en tablas más pequeñas, los Padres de la Iglesia. La tabla central del ático representa la Ascensión, acompañada a ambos lados por la Resurrección de Cristo y la celebración de Pentecostés. Coronando el ático se situa la figura de Dios Padre, única escultura del retablo junto con la imagen tardomedieval de la Virgen de la Paz, situada en el banco. Por último, señalar que el lienzo central que representa a San Marcos es obra posterior, realizada por el pintor sevillano José María Rodríguez de Losada a finales del siglo XIX, para sustituir una escultura más antigua que había sido realizada por Juan Bautista Vázquez el Viejo y que ha venido siendo identificada con la imagen de San Marcos que se conserva en la capilla de los Pesaño. También procedente de este antiguo retablo y de idéntica autoría, son los dos relieves situados en la nave, que representan El abrazo místico de San Joaquín y Santa Ana y la Huida a Egipto.
Ingresando por los pies, encontramos el coro alto. De estilo neogótico, fue levantado durante las reformas de los últimos años del siglo XIX por el arquitecto José Esteve y López. En él se encuentra el órgano de la iglesia, construido en Sevilla por Blas Beracoechea e instalado aquí en 1923.
La primera capilla del lado de la epístola, desde los pies, fue fundada por el escribano Rodrigo de Rus, y en ella destaca su bóveda casetonada renacentista, fechada en 1554. A este lugar se encuentran trasladados distintos elementos del oratorio privado del destruido palacio de los Marqueses de los Álamos del Guadalete, entre los que sobresalen un retablo del siglo XVIII y la escultura en piedra de la Inmaculada, procedente del ingreso a las caballerizas del mismo palacio.
Anexa a la capilla, se encuentra la de los Ceas, de planta cuadrada y cubierta por bóveda de crestería, y junto a ésta la de los Suárez, que hoy hace las veces de despacho parroquial, con cubierta semejante.
A la derecha del tercer tramo se encuentra la capilla de los Grajales, del siglo XVI. Tiene su ingreso a través de un arco escarzano y se cubre de bóveda vaída. Destaca en su interior un Retablo de Ánimas inusualmente dividido en registros. De la segunda mitad del siglo XVIII y en estilo rococó, está presidido por la imagen de San José con el Niño y a cada lado sendos relieves de Redención de Ánimas, todo coronado por la Santísima Trinidad. A continuación, y unida a la anterior desde el siglo XVIII, se encuentra la capilla de los Pesaño, de la segunda mitad del XV, donde está enterrado Don Juan Pérez de Rebolledo, alcaide del Alcázar que asesinó a doña Blanca de Borbón. Se cubre con bóveda de crucería, cuyos nervios se decoran con dientes de sierra. Estos nervios apean en ménsulas voladas cuadrangulares con decoración fitomorfa que parecen representar los atributos de los evangelistas, aunque solo son visibles dos de ellas, ya que las otras quedan ocultas tras el retablo barroco realizado por Matías Navarro en 1759. En él destaca un Crucificado del siglo XVI, de estética tardogótica, que ocupó una viga de imaginería en el presbiterio junto con las imágenes de la Virgen y San Juan que también se conservan en el retablo, aunque lamentablemente desvirtuadas por nuevas policromías. Una pequeña puerta se abre a la antigua capilla de los Cabeza - hoy antesacristía -, cuyo arco abierto al prebisterio se cerró en el siglo XIX, como ocurrió con la desaparecida capilla de los Adorno que le estaba frontera. Se trata de una qubba del siglo XV de inusual planta rectangular, cubierta mediante bóveda esquifada sobre trompas.
A los pies del lado del evangelio se encuentra la pequeña capilla de San Cayetano, de planta cuadrada cubierta por bóveda vaída.
Junto a ella se encuentra el baptisterio, al que se accede por un arco que fue de herradura encuadrado por alfiz, cerrado por un cancel de madera realizado con mobiliario doméstico del siglo XVIII. Es de planta hexagonal y pertenece a la tipología de qubba. El interior se cubre mediante una bóveda de cantería gallonada sobre trompas, con una estrella de ocho puntas labrada en la clave y merlones escalonados en cada uno de los gallones, que la convierten en un ejemplar único. Por la estructura que presenta y su datación en torno al segundo tercio del XV es una de las capillas más interesantes del templo. En su interior se conserva la interesante imagen de la Virgen de la Luz, talla de la primera mitad del XVIII, atribuible a Francisco Camacho de Mendoza y procedente del extinto convento de los jesuitas. Contiguo al baptisterio está el antiguo archivo parroquial, que fue Capilla de Ánimas.
La Capilla del Sagrario, en el lado del Evangelio, es una obra barroca realizada en la segunda mitad del siglo XVIII, siendo el resultado de la unión de las capillas de los Mendoza y los Argumedos, trabajo llevado a cabo por el arquitecto Pedro de Cos entre los años 1750 y 1765. Desde la nave principal, se ingresa a través de dos arcos, uno escarzano y otro apuntado, armonizando con las dos capillas fronteras, que también fueron unificadas. Sus dos tramos se cubren por bovedas semiesféricas, separadas por un arco fajón de medio punto. Preside la capilla un retablo neoclásico, aunque quizás lo más interesante sea la decoración del zócalo, de mármol rosa intarsiado en blanco y con apliques de rocalla también marmórea. El comulgatorio también presenta idéntica ornamentación, apareciendo elementos relativos a la Eucaristía, como la vid, el cordero y el pelícano, así como el león, atributo de San Marcos. Cabe destacar también la reja, donde figura la fecha de 1795, y dos grandes pebeteros barrocos de plata, fechados en 1788. La decoración en yeso, que se expande por las dos bóvedas de la capilla, continúa en el tramo que hace de tránsito con la portada del lado del evangelio, que fue capilla de los Villavicencio, donde aparecen querubines en las esquinas. En un lateral de esta pieza se encuentra cegada la portada propia del Sagrario, ejecutada como el resto de la capilla durante la segunda mitad del siglo XVIII. Ésta, profusamente decorada, incluye la representación del Buen Pastor y las virtudes teologales.
A cada lado del penúltimo tramo de la nave se encuentran, tapando portadas a capillas actualmente clausuradas, dos interesantes retablos de estilo rococó de la segunda mitad del siglo XVIII. El del lado del Evangelio, hasta hace poco presidido por una pintura de Nuestra Señora de Consolación, conserva las esculturas de pequeño tamaño de Santo Tomás de Aquino, Santo Domingo y San Pedro. Es de señalar su talla, de delicada ejecución, así como el particular entorchamiento de las columnas de su primer cuerpo. El retablo frontero, que acusa la misma cronología, está presidido por una imagen de San Juan Nepomuceno de gran calidad, flanqueada por San Francisco de Paula y Santa Rita, y en el ático, San Antonio Abad.
Las vidrieras de la nave principal, que representan a San Lorenzo, Santa Ana, Santa Susana, San Patricio, el Rey Salomón y San Jorge, fueron ejecutadas en el siglo XIX y donadas por familias de la nobleza local, como los Marqueses de los Álamos del Guadalete o de Salobral. A éstas hay que unir las del Sagrario, la del baptisterio y la de la capilla de los Pesaño que representa al león de San Marcos.
La Sacristía, que fue probablemente capilla de los Cuellar, es de planta cuadrada y presenta una bóveda similar a las de la nave principal de la iglesia. Conserva en su interior un apostolado decimonónico del pintor Rodríguez de Losada. El tesoro cuenta con piezas de platería de gran valor de los siglos XVI al XIX. Las más antiguas son las realizadas por el afamado platero sevillano Francisco de Alfaro en 1596: un copón y una crismera de plata sobredorada. El grupo más nutrido es el de las piezas del siglo XVIII, entre las que destacan las de los plateros jerezanos Marcos Espinosa de los Monteros y Pedro Moreno de Celis. De 1790 y de autor anónimo es la corona de plata sobredorada de la Virgen de la Paz, procedente de la Cartuja.
Guarda también la parroquia de San Marcos, en su rico repertorio mobiliar, una pequeña imagen de la Virgen de Belén de finales del siglo XV. En las tumbas ubicadas en el Templo se encuentran enterrados ilustres jerezanos como Diego Fernández de Herrera.
Declarado Bien de Interés Cultural, su valor arquitectónico y artístico le valió la declaración de Monumento, cuya publicación apareció en La Gaceta de Madrid en el año 1931. (Localización en Google Earth).